E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Linares / Colapinto Historias para no dormir
1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-18525-24-7
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
El maltrato institucional en la atención al menor
E-Book, Spanisch, 240 Seiten
ISBN: 978-84-18525-24-7
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Esta obra representa una dura crítica a la precariedad y la negligencia de las instituciones encargadas del cuidado de menores en riesgo de exclusión social. Basado en diferentes escenarios españoles e internacionales del maltrato institucional, sus coordinadores, los terapeutas Juan Luis Linares y Jorge Colapinto, han reunido a expertos de primera línea para desarrollar un análisis crítico desde una óptica sistémica y socialmente sensible sobre la mediación de las estructuras sociales en el desarrollo de las infancias vulnerables y precarias. Así, el volumen abre nuevas perspectivas, propone nuevos diálogos y define nuevas dimensiones de análisis del complejo sistema individuo-familia-agentes de cambio-instituciones, desde un enfoque que combina la vanguardia teórica con la experiencia y el relato de casos concretos. El propósito de esta obra, pionera en su campo, consiste en la transformación del sector de la salud mental destinado a la atención del menor, plagado hoy en día de problemas y contradicciones. Con la participación de: Raquel Árboles, Ana Caparrós, Julia Ferrer, Tamara Forner, Mónica González Rivero, Ana Elba Herrera, Raúl Medina, Amanda Moreno, Karin Schlanger, Pier Giorgio Semboloni, Berta Subirats. Prólogo de Carlos Sluzki.
Juan Luis Linares. Doctor, psiquiatra y psicólogo, es director de la Unidad de Psicoterapia y de la Escuela de Terapia Familar del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau. Su amplia trayectoria profesional lo convierte en uno de los terapeutas sistémicos más prolíficos y reconocido en lengua española, cuyas obras han sido traducidas a varios idiomas. Como resultado de sus años de trabajo clínico e investigación, ha construido un modelo de trabajo psicoterapéutico que denomina 'Modelo de Nutrición Relacional', también conocido como 'Teoría de las Relaciones Básicas', en el que describe los modos relaciones más frecuentes en familias que atraviesan patologías graves y situaciones sociales complejas. Ha sido Presidente de la Sociedad Catalana de Terapia Familiar (SCTF), Presidente de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar (FEATF) y Presidente de European Family Therapy Association (EFTA). Jorge Colapinto. Psicólogo y terapeuta familiar. Colaboró con Salvador Minuchin, creador de la terapia familiar estructural, en la Philadelphia Child Guidance Clinic y en el centro Family Studies de Nueva York. Se especializó en el estudio y el tratamiento de las relaciones entre familias desfavorecidas e instituciones públicas. Actualmente es asesor de la Administración de Servicios del Menor en la ciudad de Nueva York y docente en el Institut Ackerman. Es coautor con Salvador y Patricia Minuchin del libro Pobreza, institución, familia.
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Prólogo Hace pocos días tuve la oportunidad de (re)leer por encima del hombro de uno de mis nietos un par de páginas de Oliver Twist (El Hijo de la Parroquia) de Charles Dickens (1838), melodrama truculento cuan instructivo que ilustra el tratamiento abominable de huérfanos y niños de la calle en Londres hace menos de doscientos años, a la vez que satiriza la hipocresía social de sus tiempos (indiferentes, cuando no cómplices, en las estructuras que mantenían a los desposeídos en una pobreza sin salida en el Londres que describe). A la vez, ingenuamente, el texto despliega prejuicios del autor y de la época: Oliver, criado desde su nacimiento en instituciones horrendas en las que se le maltrata y explota, se comporta con un refinamiento social impecable (abre la puerta a las damas, come con utensilios y modales apropiados, etc.), habla un inglés de academia y es guiado por una moralidad prístina (nunca miente, defiende a los más débiles, etc.), todo lo cual sirve para informar al lector de que, con toda seguridad, proviene de una familia «bien», de clase alta, cuyos genes parecen haber aportado el linaje de educación y probidad que su terrible contexto de crianza no consiguió borrar. Oliver es una aberración del orden social que merece ser corregido, restituyéndolo a la clase social a la que obviamente pertenece. En fin, se trata de una historia de ordalías que describe a la vez que distancia al lector del drama descrito, dado que implica: «Eso pasa ahí afuera, y no nos toca a nosotros, gente de bien, salvo por error». Acercándonos en el tiempo —para evitar otra triquiñuela destinada a salvaguardar nuestra responsabilidad, a saber, «eso ocurría antes, no ahora»—, permítaseme evocar uno de los tantos telones de fondo trágicos que resalta la relevancia del tema central de Historias para no dormir, un libro vibrante y extremadamente actual. Hace poco más de cincuenta años, en 1966, Nicolae Ceausescu (se pronuncia Chechescu), entonces presidente de Rumanía y factótum del Partido Comunista Rumano, convencido de que un aumento demográfico conduciría a largo plazo a la recuperación económica de su país, prohibió por decreto la venta de anticonceptivos, así como el aborto, e impuso un impuesto adicional para familias con menos de cuatro hijos. Todo eso condujo a un aumento dramático de la tasa de natalidad, especialmente en los cinco años siguientes al decreto. Para complicar la situación, la crisis económica, ya endémica en ese país, aumentó aún más a partir de 1982, debido en parte a la decisión de Ceausescu —presionado por cierto por la URSS, de la que Rumanía había devenido Estado satélite— de usar buena parte de la producción económica del país para pagar la deuda externa, incluyendo la restitución por daños de guerra requerida por la URSS.1 Como resultado del efecto combinado de esos factores, un total de 500.000 bebés y niños pequeños fueron abandonados por sus padres en los pocos asilos estatales existentes ubicados en edificios anticuados, superpoblados y con poco personal, que previamente almacenaban a niños con discapacidades severas, o en unos pocos orfelinatos, más nuevos, igualmente superpoblados, con personal no entrenado y una proporción personal/bebes-niños de 1/15.2 Estos huérfanos y niños abandonados fueron criados en un contexto de extrema negligencia institucional, precariedad y desapego, incluyendo un mínimo contacto visual (aun cuando eran alimentados) y una carencia absoluta de estimulación física, sensorial y emocional por parte del personal, comportamientos necesarios para un desarrollo físico y emocional adecuado del niño, además de sufrir abuso físico y sexual y el uso indiscriminado de drogas para controlar el comportamiento. Las condiciones abismales en la mayoría de estos orfelinatos decayeron aún más durante la recesión económica de 1982, con una reducción del personal precario de los orfanatos, cortes periódicos de electricidad y calefacción y restricciones en los presupuestos destinados a alimentos. Sin atención personalizada, desnutridos, maltratados, descuidados físicamente y abusados sexualmente, estos niños pasaban sus días desnudos, sentados en su propia orina y heces, a veces atados a su cuna o cama. Los bebés permanecían acostados en sus cunas mirando el techo blanco o la lamparita colgando del techo, excepto cuando eran alimentados en serie por personal apresurado y sin entrenamiento. El resultado fue una elevada mortalidad en esa población (ecos del «marasmo» descrito por Bowlby) y un retardo dramático en cognición y desarrollo emocional y físico en aquéllos que sobrevivieron. Esta situación abismal constituyó una suerte de «experimento natural» siniestro, ya que permitió comparar la evolución de bebés en orfanatos con aquéllos criados por familias sustitutas adoptivas: cada 3,5 meses que el infante pasó en una de esas instituciones retrasó comparativamente su evolución en un mes.3 Con el derrocamiento de Ceausescu en 1989 tras veintitrés años de dictadura, el drama de los orfanatos rumanos se hizo público y hubo miles de familias o parejas de otros países que pidieron adoptar a esos niños. Y así ocurrió. Algunos de estos huérfanos florecieron rápidamente en entornos emocionalmente nutritivos de familias de adopción. Pero en la mayoría de los casos las familias de adopción tuvieron que lidiar con el contraste frustrante entre sus expectativas y las secuelas evolutivas, así como la tenacidad de la caracterología social que presentaban sus pequeños adoptados: 1) algunos de estos niños desplegaban una mirada de amor y gestos de apego no sólo con los nuevos padres sino con quienquiera que aparecía en su campo relacional. Se trataba de un pseudo-apego seductor totalmente indiscriminado —que generaba a la larga en las parejas adoptivas la impresión de traición, de no ser especiales sino sólo usados. De entre ellos, algunos de los niños, cuando eran frustrados por cualquier nimiedad, retraían su expresión de afecto, usando su propia expresividad como premio o castigo; 2) otros mantenían en todo momento una actitud distante, inaccesible, indiferentes, a pesar de los esfuerzos de conexión de los padres; entre ellos, algunos reaccionaban con extrema violencia a toda tentativa de contacto emocional o físico o bien se comportaban imprevisiblemente de manera violenta, destructiva e incontrolable. Por cierto, 3) como mencioné al comienzo de este párrafo, un número de ellos —no todos— reaccionaron favorablemente al nuevo medio familiar cálido y estable, y maduraron emocional y físicamente sin dificultad. Cada uno de estos estilos relacionales, merece notarse, puede ser entendido (¡y tal vez justificado!) como adaptativo a su terrible contexto de origen: se trata de comportamientos relacionales razonables en su momento, o al menos inevitables, dado el medio profundamente carente de nutrimientos básicos para el desarrollo humano, que marcó a muchos de estos niños para toda la vida. El proceso de resocialización en contextos estables de apego y nutrimiento emocional en su nuevo hogar de adopción fue lento y penoso tanto para los huérfanos como para las familias adoptivas —y aun para mí, ya que estuve involucrado profesionalmente con alguna de ellas. La literatura acerca del tema es abundante e instructiva, si bien muy dramática.4 El terremoto internacional generado por el drama de los huérfanos rumanos tuvo en su momento un fuerte impacto en el afianzamiento de políticas institucionales progresistas de protección al menor, a favor de la adopción o de familias sustitutas en vez de orfelinatos, y en el desarrollo de consenso de estándares mínimos para el cuidado de bebés y niños en instituciones —foco del sabio examen crítico ofrecido en este volumen. Los niños abandonados son una carga pública que durante siglos se resolvía arrojándolos al mar o a algún precipicio, con o sin ritual de sacrificio a los dioses, según la cultura. Y los orfanatos son, de hecho, en 2020, un caso límite (y peligrosamente recursivo, ya que no se trata de organizaciones públicas que establecen y vigilan criterios mínimos para el bienestar psicosocial del niño «ahí afuera» sino que son parte in locus parentis de la misma estructura —el Estado— que define los estándares). Existen en la actualidad, por cierto, muchas estructuras legales, sociales, educacionales y fiscales entre el Estado y la familia que, con diversos niveles de premios y castigos, intentan no sólo establecer los estándares de protección de la infancia sino asegurar que éstos se apliquen, incluyendo a través de regulaciones que obligan a los profesionales de la salud (emergencias médicas, médicos, psicólogos, consejeros, enfermeros, etc.) y maestros a denunciar a los servicios públicos de protección de la infancia toda sospecha de abuso o insuficiencia en cuidados de menores. Por cierto, el libro que está en tus manos —o en tu pantalla—, lector, va mucho más allá. Con una óptica sistémica y socialmente sensible, no sólo desarrolla un análisis crítico de procesos e instituciones, sino que abre nuevas perspectivas, propone nuevos diálogos, define nuevas dimensiones para el análisis y la introducción de cambios en el complejo sistema individuo-familia-agentes de cambio-instituciones, todo ello ilustrado con una casuística a veces conmovedora, a veces desafiante, siempre enriquecedora. La Introducción escrita...