E-Book, Spanisch, Band 9, 176 Seiten
Reihe: Universitaria
López Noguero Metodología participativa en la Enseñanza Universitaria
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-277-3070-0
Verlag: Narcea Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 9, 176 Seiten
Reihe: Universitaria
ISBN: 978-84-277-3070-0
Verlag: Narcea Ediciones
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El presente libro analiza en profundidad la metodología participativa (fundamentos y principios, posibilidades, etc.), así como las técnicas que las sustentan (tipología, características, cómo utilizarlas y construirlas, etc.). En la actualidad se está convirtiendo en un instrumento de primera línea para avanzar en la enseñanza universitaria, ya que sus principios se orientan hacia una educación para la acción, desarrollando una propuesta de nueva práctica pedagógica orientada a transformar y mejorar los procesos que se dan dentro del ámbito de la enseñanza superior, así como a dar respuesta a las necesidades e intereses del alumno y del aula. Esta nueva forma de entender la docencia universitaria viene avalada y respaldada por las directrices del Espacio Europeo de Educación Superior, de inmediata implantación.
Fernando LÓPEZ NOGUERO es doctor en Pedagogía y profesor de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Desde hace años trabaja en metodologías alternativas a los métodos pedagógicos tradicionales desarrollados en el ámbito universitario. Ha diseñado e impartido diversos cursos de formación sobre estas temáticas tanto en Universidades españolas como extranjeras.
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1 Nuevos retos de la Enseñanza Universitaria
«La vida no retrocede ni se detiene en el ayer,
¿por qué debe hacerlo la educación?» Tradicionalmente se ha considerado la educación como un proceso en el que el gran protagonista era el profesor, único portador y garante del conocimiento, y donde la relación comunicativa que se establecía en el aula era puramente transmisiva, jerárquica y unidireccional. Un proceso en el que los alumnos no tenían nada que aportar, nada que decir, nada que opinar, nada que cuestionar. Todos tenemos la imagen del profesor serio, adusto el ademán, hablando sesudamente ante un auditorio de alumnos que sentados en silencio tratan de acumular la mayor cantidad de información que se les está aportando, que no cuestionan y cuya principal trascendencia es reproducirla, con la mayor fiabilidad posible, en un futuro examen. Esta metodología ha perdurado prácticamente invariable durante siglos, no obstante, en la actualidad, esta perspectiva educativa, basada en la transmisión de información y fundamentada en la metodología expositiva, parece que no da cumplida respuesta a las demandas de la sociedad de nuestro tiempo ni, desde luego, se ajusta a los principios de la construcción del conocimiento que definen la mayor parte de las reformas educativas que han tenido lugar en los últimos años (De la Torre, 2000: 7). El ámbito universitario, como último escalón educativo de carácter formal, no puede quedar al margen de una realidad como la comentada, por lo que se impone cuestionar el actual rol del profesor en la enseñanza superior, así como repensar de forma seria la docencia universitaria. Hablamos de que el docente, de forma colaborativa, realice un giro significativo desde diferentes puntos de vista (pedagógico, epistemológico y psicosocial), en el que se haga indispensable la búsqueda de nuevas estrategias docentes, así como de nuevas alternativas que tomen en consideración los principios de creatividad, calidad, competencia y colaboración que propugnan, en busca de un nuevo modelo de sociedad, instituciones tan prestigiosas como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y que deberían ser tenidos en cuenta en cualquier iniciativa pedagógica innovadora y de formación del profesorado en los próximos años. Las necesidades sociales son muy diferentes a las de décadas pasadas y la educación como hecho humano y social por excelencia, debe dar respuesta a las mismas, en busca de un horizonte más amplio y un nuevo concepto pedagógico que lleve a cada persona a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas. Así lo recoge el Informe Delors (1997: 96) al señalar que habría que buscar una concepción más amplia de la educación. Hablamos de ir más allá de la visión puramente instrumental que ha tenido la educación, considerada tradicionalmente como el camino obligatorio para conseguir determinadas metas (títulos, ventajas económicas, adquisición de un estatus, etc.) y considerar en su totalidad su dimensión de desarrollo pleno de la persona, es decir, la realización total del ser humano que, de forma integral, aprende a ser en un proceso ininterrumpido que se extiende a lo largo de la vida. Como defiende la ya citada Declaración de la UNESCO, ya no basta con que cada sujeto acumule al principio de su vida una reserva de conocimientos a la que recurrir después ilimitadamente. Por el contrario, debe estar en condiciones de aprovechar y utilizar, durante toda su existencia, cada ocasión que se le presente de actualizar, profundizar y enriquecer ese primer saber, adaptándose en todo momento y circunstancia a un mundo en permanente cambio1. La sociedad que viene es y será la sociedad del conocimiento y, afortunada o desgraciadamente, no alcanzamos a saber con precisión cuáles serán sus necesidades; sin embargo, existen evidencias de que las exigencias del aprendizaje humano experimentarán un crecimiento exponencial. Así, para satisfacer estas nuevas necesidades a las que hacemos referencia, todos los ámbitos educativos, y especialmente la Universidad, no deberían conformarse con ser meros agentes transmisores de conocimientos; por el contrario, sería conveniente que trabajasen en profundidad las capacidades de los alumnos, así como fomentar, como una prioridad absoluta, actitudes sociales. En una sociedad que avanza constantemente en el campo científico y tecnológico, los conocimientos quedan desfasados con mucha rapidez. En esa situación, lo que va a permitir al sujeto adaptarse a la evolución constante del saber, no será el caudal de conocimientos que retenga sino su propia capacidad de aprendizaje, de autoformación permanente, de adaptación a nuevos conocimientos y habilidades, tal como se aprecia en la figura 1.1. Coombs (1985) resume todo lo anterior en las siguientes capacidades: Aprender a aprender y a desarrollar una curiosidad insaciable. Aprender a prever y a hacer frente a problemas nuevos, a analizarlos de un modo sistemático y a idear particulares soluciones alternativas. Aprender a extraer hechos pertinentes de fuentes diversas. Aprender las relaciones funcionales entre lo que se aprende en el centro educativo y el mundo real que existe fuera de ella. Una propuesta así es muy compleja y ambiciosa, ya que significa comprometer a los estudiantes y enseñantes con una dinámica educativa radicalmente diferente, opuesta a los valores e ideología de los sistemas tradicionales de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, a pesar de la dificultad planteada, la calidad de la educación se logrará en la medida que sepa dar respuesta a esos requerimientos y consiga adaptarse, por medio de los cambios oportunos, al ritmo cambiante de la sociedad. En efecto, la educación en general, y la Universidad en particular, se ven obligadas actualmente, en la sociedad que nos ha tocado vivir, a proporcionar las pautas para transitar en un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula necesaria para poder orientarse en él. Figura 1.1 Ejes de la formación y de la educación La Universidad ha sido garante durante siglos de las funciones tradicionales asociadas al progreso, a la construcción del conocimiento y a la transmisión del saber, haciendo suyos conceptos como investigación, innovación, enseñanza, formación, educación permanente, etc. De igual forma, la enseñanza superior se ha configurado desde los tiempos de la Edad Media como uno de los motores del desarrollo económico de la sociedad y uno de los polos de la educación a lo largo de la vida. Sin embargo, desde hace algunos años, se encuentra en franca crisis. Las causas de esta situación son múltiples, entre las que podríamos destacar: el desempleo que sufren sus egresados, la masificación de las aulas, la pérdida del monopolio absoluto que detentaba la enseñanza superior, el desequilibrio entre categorías de titulados disponibles, la sensación de que no está adaptándose a la realidad social de principios de milenio, la endogamia existente en su seno en muchas ocasiones, las críticas a la didáctica que se suele emplear, las deudas que actualmente arrastran a causa del extremo ajuste presupuestario que han sufrido en los últimos años, etc. La realidad es que, como señala Goldsmichdt2 (1990) en sus doce paradojas de la enseñanza universitaria, a pesar de los problemas sociales, económicos, técnicos y científicos, y de la rapidez de los avances sociales y técnicos, las estructuras de la enseñanza y la organización de las titulaciones y disciplinas en las universidades han quedado claramente anquilosadas y, desde luego, no responden a las necesidades y exigencias de la sociedad actual. En síntesis, la propuesta formativa es rígida, caduca y trasnochada y, en ella, las unidades de enseñanza se encuentran tabicadas, los planes de estudio son muy especializados y la formación aparece de una manera fragmentada. Todas estas circunstancias han hecho que la Universidad se encuentre en la incómoda encrucijada de la desconfianza que inspira en el seno de la sociedad. Sin embargo, de la propia Universidad depende que esa imagen tan negativa se pueda cambiar por otra mucho más positiva, en la que se tienda hacia otro tipo de estructuras, metodologías, proyectos, etc. que recuperen la confianza en esta institución. No obstante, todo ello pasa primero por un período de reflexión que finalice en una revisión crítica de la situación de la institución universitaria «desde dentro», algo a lo que no está acostumbrada la Universidad ya que, según el citado autor, a pesar de que la enseñanza universitaria representa...