Sicre Díaz | Memorias de Andrónico | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 528 Seiten

Reihe: El mundo de la biblia

Sicre Díaz Memorias de Andrónico

Parte novelada de el cuadrante
2. Auflage 2025
ISBN: 978-84-9945-086-5
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Parte novelada de el cuadrante

E-Book, Spanisch, 528 Seiten

Reihe: El mundo de la biblia

ISBN: 978-84-9945-086-5
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Memorias de Andrónico recoge la parte novelada de los tres volúmenes de El Cuadrante, centrados en los evangelios sinópticos (La búsqueda), el mundo de Jesús (La apuesta) y el cuarto evangelio (El encuentro). De forma amena y sencilla pretende ofrecer los resultados de la investigación científica sobre los evangelios durante el siglo XX al mismo tiempo que ayuda al lector a hacerse una idea nueva, personal, de lo que son los evangelios y de su valor para el cristiano de hoy.

José Luis Sicre Díaz (Cádiz, 1940), jesuita, doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, ha sido profesor ordinario de la Facultad de Teología de Granada, y profesor invitado del Pontificio Instituto Bíblico de Roma y de la Facultad de Teología de San Miguel (Buenos Aires). Desde 1998 a 2004 fue director de la Asociación Bíblica Española.

Sicre Díaz Memorias de Andrónico jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


  2 Viaje a Antioquía   H ay cinco años de vacío en mis memorias. No porque carezcan de acontecimientos importantes, sino porque no interesan directamente a mi relato. Puedes imaginarte lo que ocurrió en ellos. Continué y terminé mis estudios, me enamoré, viajé a Roma con mi padre y me olvidé de mi amor, empecé a interesarme en los negocios y decidí que no eran la pasión de mi vida, discutí cien veces con Livia y quinientas con mi padre... Y en todo ese tiempo, a ratos sueltos, pero siempre de forma constante, el evangelio de Marcos formaba parte de mí mismo. Puedo decirte modestamente que me lo sabía casi de memoria. Lo más importante de esos cinco años ocurrió una mañana de mayo. Tras el paréntesis invernal, la navegación recobraba vida y la ciudad se animaba con caras nuevas. No podía extrañarme la visita de un extranjero. Lo raro era aquel extranjero, pobremente vestido, que hablaba con mi padre. En el ágora de la ciudad lo habría confundido con un filósofo cínico. En mi casa, imposible. Hay tres cosas que los cínicos no soportan: la riqueza, la limpieza, y la cultura. Y aunque Teófilo no hacía alarde de riqueza, era claro su interés por la limpieza y la cultura. Un cínico sólo habría entrado en casa para suicidarse.  ––Éste es mi hijo Andrónico, Lucas.  Me esperaba un saludo formal, incluso tímido. Pero Lucas no se sentía cohibido en aquel ambiente acomodado. Me abrazó con afecto, como a un viejo amigo.  ––Me alegro de conocerte, Andrónico. Que el Señor te bendiga.  ––Lucas es apóstol, médico y escritor. No pude evitar una sonrisa.  ––Yo me contentaría con ser una sola cosa.  ––Pues yo voy a ser otra más: evangelista. Con la ayuda de tu padre.  Lo dijo sonriendo, con una vanidad infantil, nada hiriente.  –– ¿Y cómo se convierte uno en evangelista? ––pregunté.  ––Escribiendo un evangelio. Como el de Marcos. Pero mejorándolo, naturalmente.  ––¿Y el ilustre Teófilo va a escribir la mitad del nuevo evangelio? Mi padre me devolvió la ironía.  ––El ilustre Teófilo no es tan listo como tú. Se contenta con pagar los gastos. Lucas considera importante investigar, preguntar a los testigos que queden. Aunque tú no lo sepas, los viajes son caros. Y el papiro, también.  Lo notaba entusiasmado con la idea.  ––Lucas cree que se puede escribir una obra mucho más larga que la de Marcos. Ya ha empezado a reunir material, y tiene una colección muy interesante de dichos de Jesús.  ––Ya verás que sí ––subrayó el visitante––. Tu padre me ha dicho que conoces muy bien el evangelio de Marcos. El que yo escriba te gustará más todavía.  “Lo que más me gusta de Lucas es su humildad”, le dije a mi padre cuando se fue. Pasaron meses sin noticias suyas. Incluso llegué a pensar que había desaparecido para siempre, abusando de la bondad innata de mi padre y de su interés por todo lo relacionado con Jesús.  Yo no he heredado su bondad, pero sí consiguió contagiarme su deseo de conocer al Señor. Y esto condicionó los meses siguientes de mi vida. Seguían viniendo nuevas naves y nuevas caras. Y un día, durante la asamblea litúrgica, nos presentaron a un hermano de Antioquía. Iba de paso, camino de Filipos, y sintió deseos de saludar a la comunidad. Aquel día leyeron el episodio en el que Jesús camina sobre el mar. Al terminar la lectura, como un acto de deferencia, le ofrecieron al visitante la posibilidad de explicarlo. Pero él se excusó con un argumento que me llamó la atención: “Ese episodio lo conozco de forma distinta. Es preferible que lo comente alguno de vosotros”. No era miedo a hablar, más tarde intervino en las peticiones. Por eso, cuando terminamos de celebrar la acción de gracias, me acerqué a él.  –– ¿Cómo contáis vosotros lo de Jesús caminando sobre el mar? Me cogió del brazo y me apartó con una sonrisa.  ––Es que no me atrevía a decirlo en público. Entre nosotros, Pedro también anda sobre el mar.  Me quedé con la boca abierta.  –– ¿Pedro también?  ––Por lo menos lo intenta. Luego se hunde, por falta de fe.  Una herencia de siglos de paganismo no se olvida fácilmente, y me entraron ganas de reír. Pero capté que por medio había algo serio.  –– ¿Vosotros no usáis el evangelio de Marcos? ––le pregunté.  ––Lo hemos usado durante algunos años. Pero uno de la comunidad, Mateo, ha escrito uno nuevo. Ése es el que usamos ahora.  Me resultó curioso que Marcos hubiese escrito un evangelio para Roma y ese Mateo otro para Antioquía. Uno parecía suficiente.  –– ¿Cuál te gusta más?  ––Las comparaciones son odiosas, ya lo sabes. Pero el de Mateo me gusta mucho.  De repente me pareció que cambiaba de conversación.  –– ¿El señor que estaba a tu lado es tu padre?  ––Sí.  ––Por lo que he oído, no nadáis en la pobreza.  Me molestó un poco la ironía, y me puse en guardia frente a un posible pedigüeño.  ––Podríais hacerle un buen regalo a la comunidad. Tú, que eres joven, te vas a Antioquía y traes una copia del evangelio de Mateo.  Pocas veces me habían hecho una sugerencia tan agradable: viajar a Antioquía de Siria a costa de mi padre, y como un acto de caridad.  ––Lo primero es convencer a mi padre. Y luego convencer a los antioquenos para que me dejen hacer la copia. ¿No habría problemas?  ––Ninguno. Si te decides, te daré una carta de recomendación para Ignacio, nuestro obispo. Verás cómo te facilita todo. * * * Vespasiano murió nueve días antes de las calendas de julio [3]. Era un verano apacible, de fácil navegación, y la noticia de su muerte voló rápida como las águilas. Los correos la llevaron hasta Brindisi y la trirreme de Antíoco la transportó hasta nosotros. No había terminado de atracar, y ya el puerto y el mercado comentaban la muerte del emperador. Faltaban dos días para emprender mi viaje y la noticia nos preocupó. ¿Era el momento adecuado? Lo que sabíamos de Tito, su hijo y sucesor, no inspiraba mucha confianza. A mi padre no le influía la opinión de los judíos, que lo veían como el mayor criminal desde hacía nueve años, cuando conquistó Jerusalén e incendió el templo. Pero sí le inquietaba la opinión de los romanos, que tampoco era positiva. Estaba en boca de todos la forma brutal y cruel con que había ejercido la prefectura del pretorio, eliminando sin vacilación a cualquier sospechoso. Pocos meses antes se había comentado la terrible frialdad con que invitó a cenar al ex cónsul Aulo Cecina y lo mandó matar en cuanto salió del comedor. Por otra parte, se sabía que sus relaciones con su hermano Domiciano no eran buenas. ¿Se produciría en el imperio una nueva época de agitación, como diez años antes, cuando en pocos meses se sucedieron tres emperadores, Galba, Otón y Vitelio? ¿Comenzarían nuevas persecuciones contra los cristianos, como en tiempos de Nerón?  El viaje estaba planeado hacía tiempo, el pasaje pagado, los preparativos hechos. La lengua no era problema. “Hoy día ––decía mi padre––, sabiendo griego vas a todas partes”. Pero lo decisivo fue su deseo ––y el mío propio–– de reunir todos los datos posibles sobre Jesús. “Daría cualquier cosa por tener una copia de ese evangelio que ha escrito Mateo”. Esto pudo más que todos los temores.  Ni Nerón, maestro de crueldad, imaginó la tortura de viajar con antioquenos. Tres veces al día como mínimo, igual que los judíos, profesan su fe; no en el Dios único, sino en su capital, la más hermosa de Oriente, la más rica, la más refinada. Aparte de esto, el viaje fue agradable, y me permitió trabar una amistad que me sería muy útil.  Me preocupaba cómo orientarme al llegar a Antioquía. No estaban los tiempos para ir preguntando por los cristianos. Tampoco parecía lógico buscar a un tal Ignacio en una ciudad de quinientos mil habitantes. Y las indicaciones que me habían dado resultaban muy vagas tratándose de una ciudad desconocida. Una casualidad vino a salvarme.  Estaba una tarde apoyado en la borda, viendo alejarse la isla de Rodas, cuando surgió una fuerte discusión. Alguien acusaba a un grupo de personas de haberle robado una bolsa de dinero. El mar se llenó de juramentos: por Zeus y por Isis, por la salud del padre y de la madre, por la propia cabeza y la cabeza ajena, por el templo de Afrodita y las cariátides de la Acrópolis. Sólo un hombre joven se limitó a decir: “Yo no he sido”. Me acordé de Livia. “Un hombre que no jura, o es esenio o es cristiano. Me lo enseñó mi padre”.  Sentí curiosidad, pero no sabía cómo abordarlo. ¿Qué era menos peligroso en aquellas circunstancias? ¿Ser esenio, o ser cristiano? Decidí que ser esenio. Según Livia, tenían buena fama, nunca los habían perseguido. Me dirigí a él en tono amistoso:  –– ¿Eres esenio?  Me miró como quien calcula un posible riesgo. Al final respondió con firmeza:  ...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.