E-Book, Spanisch, 136 Seiten
Tamayo Hacia una espiritualidad liberadora
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-254-5153-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 136 Seiten
ISBN: 978-84-254-5153-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
¿Hay lugar para la espiritualidad en la era de la revolución científico-técnica, la inteligencia artificial, el transhumanismo, la robótica, la crisis ecológica y el avance del neoliberalismo?
En este ensayo, el teólogo Juan José Tamayo, consciente de que va a contracorriente, responde afirmativamente.
La espiritualidad es una de las dimensiones fundamentales del ser humano, como lo son la corporalidad, la sociabilidad, la subjetividad y la intersubjetividad, la racionalidad, la imaginación y el carácter utópico. Implica cargar con la compleja realidad que nos toca vivir para desvelar todo tipo de desigualdades en aras de una transformación hacia una sociedad mejor. En la espiritualidad es donde se juegan la verdadera identidad del ser humano, su humanización o deshumanización, su carácter conformista o cuestionador.
El autor propone un nuevo paradigma de espiritualidad: liberadora, integral, interidentitaria, pacifista, ecofeminista, antiimperialista, compartida con las personas no creyentes, solidaria con los colectivos más vulnerables y conforme al tiempo de interespiritualidades que estamos viviendo. Con la misma convicción de André Malraux, para Tamayo el siglo xxi será espiritual o no será.
Juan José Tamayo (Amusco, Palencia, 1946), doctor en Teología y Filosofía, es profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid y profesor invitado en diferentes universidades de España, Europa, América Latina, Estados Unidos y África. Es secretario General de la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII y miembro del Comité Internacional del Foro Mundial de Teología y Liberación. Es uno de los teólogos españoles con mayor proyección internacional. Autor de más de 90 libros, sus estudios e investigaciones giran en torno a las ciencias de las religiones, el feminismo y las masculinidades sagradas, las utopías y el pensamiento utópico, los fundamentalismos, la interculturalidad y el diálogo entre religiones, la teología feminista, la teología de la liberación y las teologías del Sur y el islamismo.
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Introducción
Tiempo de interespiritualidades
Esto no es un tratado de espiritualidad. ¿Cómo puede encerrarse la espiritualidad en un tratado? Sería como matar el espíritu y eliminar el dinamismo vital de los seres humanos. Ni siquiera es un libro de espiritualidad. Nada hay en él que se asemeje a aquellos libros espiritualistas de piedad que ponían en nuestras manos los «padres espirituales» de mi generación, incluso después del Concilio Vaticano II, para acallar nuestras preguntas incómodas, domesticar nuestra libertad, someter nuestra mente y nuestra conciencia a las personas que decían guiarlas cuando, en realidad, las manipulaban y nos impedían pensar, vivir y sentir con autonomía. Todos los seres humanos tenemos derecho a la autodeterminación en el estilo de vida, en la intimidad y en la sexualidad. Sin embargo, creo que aquellas sesiones de dirección espiritual pueden calificarse de «abuso espiritual», ya que violaban la intimidad y la autodeterminación de las personas. «Del mismo modo que forzar la entrada en el cuerpo de otra persona es una violación, forzar la entrada en la vida interior de otra persona es una especie de violación del alma».1 Era todo lo contrario al lema ilustrado que Kant formulara hace dos siglos y medio en respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?: «la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad». A su vez, la minoría de edad significa «la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía del otro». La permanencia en dicho estado resulta culpable cuando su causa «no reside en la carencia del entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía del otro». Según esto, Kant resume el lema de la Ilustración en esta fórmula: «Sapere aude! Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento».2 Lo que pretendo con este libro es contribuir a liberar la espiritualidad del secuestro al que estuvo sometida durante siglos en los manuales de ascética, que partían de una concepción dualista de los seres humanos, rechazaban su corporeidad y el disfrute del cuerpo, convertían a las personas en seres angelicales, espíritus puros, que no hacían pie en la historia y, además, no alimentaban el espíritu ni tampoco la mente y el corazón. Era lo contrario al carácter unitario e integrador de todas las dimensiones del ser humano. Desvinculo la espiritualidad de las religiones o, al menos, no la fundamento en ellas, ya que algunas religiones la han pervertido e instrumentalizado para fines espurios o la han eliminado de su horizonte. Así pues, lo que hago es una fundamentación antropológica, que constituye la base del desarrollo posterior. Pero ¡cuidado!, la espiritualidad tampoco puede reducirse a —o deducirse mecánicamente de— las condiciones materiales de la existencia. Posee autonomía, ciertamente, pero es relativa, ya que se sustenta en las condiciones políticas, sociales, económicas, culturales y biológicas en que vive el ser humano, al tiempo que las ilumina y transforma. A lo largo de estas páginas propongo y desarrollo la idea y la experiencia de espiritualidades en diálogo. Espiritualidades, en plural, como un hecho a constatar, un derecho a reconocer, un valor a promover y una riqueza a cultivar. Esto contrasta con la tendencia a uniformar y jerarquizar las espiritualidades desde planteamientos hegemónicos y, en el caso de Occidente en particular, desde la hegemonía de la espiritualidad cristiana. Tal tendencia uniformadora y jerárquica lleva a juzgar las otras espiritualidades desde criterios cristianos, a minusvalorarlas e incluso a anatematizarlas. Peor aún, conduce a la «guerra de espiritualidades», que a menudo sirve de fundamento a las guerras de religiones y al choque de civilizaciones, tan frecuentes en la historia de la humanidad hasta tiempos muy recientes. Es necesario desactivar el falso fundamento de la «guerra de espiritualidades», todavía hoy vigente en determinados entornos geopolíticos, culturales y religiosos, y poner las bases para pasar de la espiritualidad única al pluriverso espiritual, de la actitud anti a la interespiritualidad, del anatema al diálogo y del enfrentamiento al encuentro. Así será posible que un nuevo paradigma de espiritualidad se instale en un mundo global caracterizado por la pluriversidad. Y todo ello no desde la neutralidad política, sino en el horizonte de la liberación de las personas más vulnerables, de las clases sociales explotadas, de las mujeres sometidas a múltiples discriminaciones por razones de género, etnia, cultura, religión, clase social —hasta llegar incluso al feminicidio—; liberación de los pueblos originarios, de las comunidades negras, de la naturaleza depredada por causa del modelo de desarrollo científico-técnico androcéntrico de la Modernidad; liberación de las culturas, sabidurías y espiritualidades despreciadas y negadas hasta llegar al epistemicidio, y de las identidades afectivo-sexuales no reconocidas. Es el planteamiento del nuevo paradigma de la interespiritualidad liberadora, feminista, ecológica y contrahegemónica que este libro pretende fundamentar. Mi propuesta de espiritualidades en diálogo constituye una respuesta argumentada y una alternativa a los fundamentalismos y exclusivismos que pretenden imponer la uniformidad en todos los ámbitos de la existencia humana. Con ella deseo contribuir al nacimiento de un tiempo nuevo: el «tiempo de las interespiritualidades». ¿Hay lugar para la espiritualidad en la era de la tecnocracia?
En la era de la cibernética, de la comunicación informática, de la tecnología convertida en tecnocracia, de la revolución científica, de la inteligencia artificial, del transhumanismo, de la revolución ecológica, de la revolución informática, del Homo sapiens, del Homo oeconomicus, de la robótica, del poshumanismo, del Antropoceno, del capitaloceno, de la zoonosis ¿hay lugar para la espiritualidad? ¿Tiene sentido hablar de espiritualidad y apelar a ella como respuesta a la pandemia y a la pospandemia de la COVID-19, que ni los economistas ni los sociólogos más perspicaces fueron capaces de prever y que causó más diez millones de muertos y doscientos millones de personas contagiadas, amén de unas consecuencias psicológicas, sociales y económicas tan destructivas? Soy consciente de que en amplios sectores de la sociedad las preguntas mismas resultan ya de por sí incómodas, provocan malestar e incluso indignación. Suponen la desviación de los verdaderos problemas de fondo que aquejan a la humanidad y se alejan de las respuestas que hemos de dar a los grandes interrogantes y desafíos que plantea la actual crisis civilizatoria, alimentaria, ecológica, energética, etc., y, en especial, el problema de las brechas de pobreza y desigualdad que, lejos de reducirse, se tornan cada vez más profundas y más extensas. Más aún, se cree que la respuesta «políticamente correcta» tendría que ser negativa: no, no hay lugar para la espiritualidad, ni tiene por qué haberlo, ya que constituye una desviación y un freno para el progreso de la humanidad en todos los terrenos. Seguro que recordarán a James Carville, politólogo y consultor político de candidatos a cargos públicos en los Estados Unidos, cuando dijo: «¡La economía, estúpidos, la economía!». Afirmación que reducía al ser humano hasta la estrecha dimensión del mundo económico sin entrañas, que él representaba. ¡Qué empobrecimiento! Hoy el aforismo de James Carville se reformularía así: «¡La tecnoeconomía, estúpidos, la tecnoeconomía! Fuera de ella no hay salvación». Es el grito de los tecnoeconomistas, para quienes la espiritualidad pertenece a un estilo de vida ya superado, a un paradigma de otras épocas, es contraria a la ciencia, suena a música celestial y, en todo caso, resulta una evasión y una huida de la realidad. Y lo será aún más en el futuro. Tanto a Carville como a los tecnoeconomistas y a los transhumanistas habría que recordarles lo que afirmara Ludwig Wittgenstein: Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna, y esta es la pregunta.3 De la misma opinión es Ernst Bloch,4 quien asevera que en una sociedad donde estuvieran resueltos los problemas sociales y se estableciera la justicia de manera generalizada, seguirían planteándose las preguntas fundamentales sobre el sentido y el sinsentido de la existencia humana y sobre la teleología de la historia. Yo creo que es en la espiritualidad donde se juega la verdadera identidad del ser humano, su humanización o deshumanización, su carácter conformista o interrogativo ante los problemas fundamentales en torno al sentido y sinsentido del ser humano y del mundo, su carácter compasivo o inmisericorde en la crisis civilizatoria que vivimos y su actitud solidaria o insolidaria en los momentos dramáticos acontecidos durante la pandemia y la pospandemia, que han afectado a toda la humanidad, sobre todo a los sectores más vulnerables de la sociedad, dejando consecuencias negativas difíciles de reparar. Diría más: la espiritualidad constituye una de las dimensiones fundamentales de las religiones. Sin embargo, estas la han sepultado con frecuencia bajo el peso de la institucionalización, el clericalismo, el...