E-Book, Spanisch, 212 Seiten
Reihe: Ideas
Valbuena Ubuntu
1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-18164-54-5
Verlag: Nola Editores
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Estrategias y acciones de salud planetaria
E-Book, Spanisch, 212 Seiten
Reihe: Ideas
ISBN: 978-84-18164-54-5
Verlag: Nola Editores
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Para la antropóloga Margaret Mead, el primer signo de civilización de la humanidad se reveló cuando apareció el cuidado. Cuando hallamos el primer fémur roto curado, se evidenció que alguien, un individuo que estaba en plenas facultades, se quedó al lado de quien se lo rompió y lo cuidó.
Si bien en un inicio lo común era pensar la salud desde la perspectiva individual, la Salud Planetaria (Planetary Health) es sin duda la idea y la base sobre la que deberíamos pensar la sanidad en el siglo XXI.
Hace tiempo, y dando un paso decisivo, avanzamos desde la salud individual hasta el concepto de salud pública, incorporando en ella la interrelación entre las personas. Pero la salud pública evolucionó al tener en cuenta que los factores socioeconómicos son rasgos centrales de los resultados de salud y que la riqueza y la salud están conectadas.
El concepto de Salud Planetaria va más allá de interrumpir la propagación de patógenos de los animales a las personas y viceversa. Va más allá de la búsqueda de la equidad en la atención médica. Reconoce la salud del planeta como un sistema en su conjunto y concede la importancia que se merece a los aspectos culturales, políticos y económicos.
Ubuntu es un término zulú que expresa gran parte del sentido de esta obra pionera en su ámbito. Este término contiene el concepto de que lo colectivo constituye mi individualidad. Yo soy porque nosotros somos.
La Salud Planetaria es la disciplina que marcará el presente y el futuro de nuestra salud. Porque el bienestar es una empresa colectiva.
Francisco Javier Valbuena Ruiz trabaja en el ámbito de la gestión sanitaria desde 2004. Ha sido gerente de hospitales generales y ha formado parte de la dirección corporativa nacional de grupos hospitalarios. Tiene un máster en Administración Sanitaria por la Escuela Nacional de Sanidad de España y un MBA por la Universidad de Barcelona. Actualmente contribuye a la gestión sanitaria internacional en siete países de tres continentes: África, Europa y América. Colabora con organismos gubernamentales e instituciones sin ánimo de lucro para crear y mejorar la gestión de hospitales, redes de salud, centros asistenciales estatales e implantar centros en territorios fronterizos.
Autoren/Hrsg.
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HUMANIZAR LA SALUD ES COMO HUMEDECER EL RÍO
COMO EL AGUA
La lancha partió del puerto fluvial de Coca, en la provincia oriental de Orellana, Ecuador. En aquel momento fue cuando realmente tuve la sensación de adentrarme en el mundo majestuoso de la Amazonía. Las orillas del gran Napo engalanaban el recorrido de horas interminables sobre las bravas aguas de un río que descendía cargado de agua, lo que acortaba el trayecto entre meandros, que nos llevaba hasta Nuevo Rocafuerte, en la frontera con el Perú. Apenas puse un pie en tierra, me encaminé al hospital Franklin Tello, donde, desde hacía más de setenta y cinco años, se atendía con los medios de los que se disponía a toda la población del contorno. Era un hospital pequeño y adaptado a las necesidades de la población, un hospital inculturado en la selva amazónica. En el hall de entrada, había una cerbatana waorani, un remo y un largo banco de madera fabricado con una antigua canoa. El río lo era casi todo en aquel lugar. La conversación con las personas que aquel día se habían acercado hasta allí para ser atendidas era animada. Una mujer mayor con su sonrisa permanente me preguntó a qué me dedicaba, qué había ido a hacer a su hospital. Le conté un poco mi trayectoria vital y profesional hasta que de mis labios salió una frase que contenía la expresión humanización de la salud. Me pidió que le explicara más en detalle qué significaba aquello, pero lo cierto es que poca explicación precisaba. No había dicho dos frases tratando de concretar el sentido de la expresión, cuando me espetó: «Humanizar la salud es como humedecer el río». Para la antropóloga estadounidense Margaret Mead (1901-1978), el primer signo de civilización de la humanidad se reveló cuando apareció el cuidado. Si eres un animal y te rompes una pierna o una pata, mueres, ya que no puedes conseguir comida o acercarte al agua y mucho menos huir en caso de peligro. Ningún animal sobrevive el tiempo suficiente para que un hueso de un miembro inferior se consolide y se suelde por sí solo. La aparición del primer fémur roto curado evidenció que alguien, un individuo que estaba en plenas facultades, se quedó al lado de quien se lo rompió y lo cuidó. Tanto mi amiga como Margaret Mead coinciden en que cuidar, hacer salud y humanidad (o civilización) están intrínsecamente unidas. No existe la una sin la otra. El río, el mar, la fuente… no se pueden humedecer, son la expresión misma de la humedad, de la presencia de agua. No se puede hacer sanidad, no se puede cuidar sin ser humano. Por lo que la expresión humanizar la salud carecería de sentido, puesto que no se puede hacer humana la expresión máxima de humanidad: el cuidado. Otra cosa es cómo hacemos esta apasionante tarea de cuidar y, en muchas ocasiones, de sanar. Es cierto que, en los últimos años, se habla mucho de humanización de la salud, de atención centrada en la persona y, más recientemente, de experiencia de paciente. ATERRIZAR LA GESTIÓN SANITARIA
Al igual que mi admirado José Carlos Bermejo, «cada vez siento mayor incomodidad al constatar que en diferentes contextos de reflexión se tiende a equiparar la humanización con el trato cálido y acogedor en las relaciones asistenciales. Casi como si lo más genuinamente humano estuviera en estas cualidades de las relaciones de ayuda. Hablar de humanización, en cambio, es mucho más comprometedor: reclama la dignidad intrínseca de todo ser humano y los derechos que de ella derivan»1. De hecho, se ha extendido esta acepción pobre de humanización, de tal modo que, en los entornos sociosanitarios, se ha optado principalmente por hablar de atención centrada en la persona. Así, Teresa Martínez Rodríguez propuso la siguiente definición: «La atención integral y centrada en la persona es la que promueve las condiciones necesarias para conseguir mejoras en todos los ámbitos de la calidad de vida y el bienestar de la persona, partiendo del respeto pleno a su dignidad y derechos, de sus intereses y preferencias y contando con su participación activa»2. En los entornos sanitarios, la velocidad es desigual en territorios y entre distintos prestadores sanitarios (privados, sin ánimo de lucro, concertados, públicos, empresas públicas, etc.). En muchos lugares, están trabajando intensamente por lograr una mejora en la humanización de la salud desde la perspectiva del trato cálido, acogedor, en las relaciones asistenciales y se crean puestos en los centros políticos de gestión sanitaria, de humanización y atención al paciente, o denominaciones similares. En otros contextos más cercanos a la hospitalización especializada en diversidad funcional, salud mental y rehabilitación, el modelo imperante es el de salud centrada en el paciente y, en los prestadores más vanguardistas, se habla de experiencia de paciente. El concepto de la experiencia de paciente se desarrolló a partir del concepto de la experiencia de cliente en la década de los sesenta. No obstante, el mayor desarrollo del concepto de la experiencia de paciente se produjo a partir de los noventa con la incorporación de índices que permitían medirla y cuantificarla en muchos hospitales. A pesar de ser un elemento clave en la gestión actual de las instituciones sanitarias, no existe una definición estandarizada y las muchas que hay van evolucionando con el tiempo. La definición que asume el Beryl Institute, institución de referencia mundial en experiencia de paciente, es la siguiente: «La experiencia de paciente es la suma de todas las interacciones, conformadas por la cultura de la organización que influyen en las percepciones del paciente a lo largo del cuidado recibido», donde se entiende por interacción todos los puntos de contacto entre las organizaciones sanitarias y las personas, ya sean estos en persona o por diferentes canales (redes sociales, teléfono, correo electrónico, etc.). La cultura de la organización tiene que ver con la visión, la misión y los valores que definen a la institución que presta servicios sanitarios. Las percepciones de las personas que circunstancialmente están enfermas son todas las emociones, las experiencias personales, los recuerdos… todo aquello que entienden y reconocen de su vinculación con la organización que les presta asistencia. Por último, el cuidado recibido engloba todas las acciones llevadas a cabo antes, durante y después de la vinculación de las personas con las instituciones, por los profesionales asistenciales y no asistenciales que hayan tenido alguna relación con ella. Por estar más adaptada al contexto actual y sobre todo al trabajo diario en experiencia de paciente, me inclino por la definición de Emilio Álvarez Sierra: «La experiencia de paciente es la capacidad de las instituciones sanitarias de lograr resultados de salud. Se basa en una visión común y continua del proceso asistencial. Se compone de altos índices de seguridad, calidad y cuidados; y se traduce en la satisfacción del paciente, dejando una impresión profunda y duradera que llamamos huella emocional»3. Cuando hablamos de resultados de salud, de búsqueda de la salud, nos alejamos del concepto del tratamiento de la enfermedad y nos posicionamos en la definición de salud de la OMS, a la que ya hice referencia en la Introducción. La visión común y continua del proceso asistencial hace referencia a la dimensión global y conjunta de todas y cada una de las interacciones con las personas, al mismo tiempo que el trabajo en equipo se perfila como elemento clave del proceso asistencial. Obviamente, no hay una adecuada experiencia de paciente si no partimos de unos estándares altísimos de seguridad del paciente, de calidad, y de unos cuidados sencillamente excelentes, donde la investigación, la adaptación a las realidades sociales y culturales, la tecnología y las premisas éticas del máximo nivel son pilares de dicho proceso asistencial. Todo ello sin perder de vista la impresión emocional que generan las interacciones entre las personas y las instituciones. No hay emociones neutras, no existe una persona sin emociones generadas por la interrelación. La experiencia de paciente trasciende, va más allá de la mera satisfacción del paciente, pero la engloba. Es decir, si no hay satisfacción del paciente, no hay experiencia de paciente; pero puede haber satisfacción del paciente y no haber una adecuada experiencia de paciente. La satisfacción es eminentemente racional y subjetiva. Afecta a momentos o a la suma de ellos. Por el contrario, la experiencia tiene un componente eminentemente emocional sin perder racionalidad. Es objetivable y afecta a todo el proceso asistencial, no a los momentos puntuales o a la suma de ellos. Además, las organizaciones sanitarias están sometidas cada vez más a la presión de demostrar cómo añaden valor a la actividad que realizan. La mejora de los resultados en salud que importan a los pacientes es clave para modificar la orientación estratégica de las organizaciones. Este nuevo enfoque se denomina atención sanitaria basada en valor, value-based health care (VBHC, por sus siglas en inglés). Si bien esta traducción literal ha ido evolucionando hacia medicina basada en el valor. Es esta una expresión que, en lugar de aportar amplitud y exactitud al concepto, tiende a reducir la prestación sanitaria al acto médico, pero no engloba toda la prestación sanitaria. En el año 2006, los profesores Michael E. Porter4 y Elizabeth O. Teisberg5 publicaron el libro Redefining Health Care: Creating Value-Based Competition on Results6, que planteaba la orientación de la atención...