Vinck | Humanidades digitales | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Vinck Humanidades digitales

La cultura frente a las nuevas tecnologías
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-17341-11-4
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

La cultura frente a las nuevas tecnologías

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

ISBN: 978-84-17341-11-4
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Esta obra nos sumerge en los estimulantes debates alrededor de esa gran transformación del saber a la que asistimos: la emergencia de las humanidades digitales. Dominique Vinck se propone analizar críticamente algunas de las ideas establecidas respecto a este revolucionario proceso cultural: el análisis de las humanidades digitales como nueva civilización y la 'desmaterialización' del patrimonio cultural o cuantificación de las humanidades. Y es que la incorporación de la revolución digital puede suponer, según sostienen sus partidarios, el medio para salvar a las minusvaloradas humanidades, además de proporcionar una mayor democratización del saber, del acceso al patrimonio cultural, así como dialogo entre las culturas o como recurso para la innovación y el desarrollo económico. Pero las humanidades digitales también generan temores con respecto a lo que podríamos perder: ¿es posible que mueran el libro y las bibliotecas que conocemos? Afilados y sugerentes temas como éste, o como el robo del patrimonio cultural por parte de los países del norte a los del sur, la imposición de la hegemonía del inglés o la nueva brecha digital, se abordan en este libro, que recoge uno de los temas de mayor actualidad en nuestro panorama cultural del siglo XXI.

Dominique Vinck es Profesor Titular de la Universidad de Lausana y enseña en la Facultad de Humanidades de la Ecole Polytechnique Fédérale de Lausanne. Miembro del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lausana, dirige el Laboratorio de Culturas y Humanidades Digitales (LaDHUL). Es Director de la Revue d'Anthropologie des Connaissances. Sus investigaciones se centran en la sociología de la ciencia y la innovación. Él se enfoca actualmente en el campo de la ingeniería de culturas y humanidades digitales.

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«Con lo digital entramos en una nueva civilización.» «Esto no es una revolución digital, sino una civilización digital.» Irina Bokova, directora de la Unesco Cuando surge una nueva tecnología, los medios de comunicación a veces hablan de revolución tecnológica, es decir, de una transformación de toda la sociedad, su economía y su funcionamiento social y político, como fue el caso de la máquina de vapor, el desarrollo de las minas de carbón, la industria y el surgimiento de una nueva clase social (el proletariado). Tales revoluciones rara vez se explican por la mera invención de una nueva tecnología. En general, el interés por ésta tiene que ver con las transformaciones que ya estaban ocurriendo en la sociedad antes de su invención, mientras que la capacidad de la tecnología innovadora para transformar el mundo depende de la invención de nuevas prácticas, habilidades y oficios, formas de organización del trabajo, de democracia, de comercio, de relaciones sociales, etcétera. En cuanto a lo digital, las profecías van aún más lejos al hablar de la era digital, como se habla de la era cristiana desde el siglo xvi, a raíz de la diseminación del libro impreso, en referencia a la cultura del libro que se había desarrollado en Occidente. El concepto de «era digital» apareció en el mundo de las telecomunicaciones en la década de 1980 y se asoció con el anuncio de que, veinte años más tarde, todos los intercambios serían digitales. Gran parte de las relaciones humanas estarían vinculadas a las tecnologías digitales, así como todas las prácticas, estilos de vida, valores, creencias y conocimientos constitutivos de una cultura digital. Por lo tanto, con lo digital, se habría formado una nueva manera común de ser, de pensar, de actuar y de comunicar. Hablar de civilización digital conjetura que esta cultura digital no es el acto de un grupo social distinto, sino que caracteriza el estado técnico, intelectual, político y moral de toda una sociedad. El término «civilización» se utiliza para hablar de los cambios importantes en sociedades como la transición de la barbarie al estado civilizado, o de las civilizaciones agrarias a las civilizaciones urbanas. En Choque de civilizaciones, Samuel Huntington identifica ocho civilizaciones vinculadas a regiones del mundo y con frecuencia a las religiones: la civilización occidental, latinoamericana, soviética, africana, musulmana, hindú, budista y china. Con la globalización de los mercados, del flujo de mercancías y finanzas, y de las tecnologías digitales, se plantea la cuestión de si, en efecto, estamos entrando en una nueva civilización llamada digital. Este tipo de anuncio de un cambio radical de la sociedad, la cultura, la era o la civilización no es nuevo. El advenimiento de la radio llevó a la profecía de una sociedad de comunicación global y de la circulación de las ideas mediante la construcción de una noosfera (esfera del pensamiento humano) en todo el mundo. En 1934, Paul Otlet profetizó la desaparición del libro en favor de fichas microfotográficas transmitidas a través de un «telescopio eléctrico» (televisión) que permitiría la lectura en casa de libros «telefotados», mientras que los centros de documentación, unidos entre sí, formarían una red de documentación universal, cambiando radicalmente la relación de los humanos con el conocimiento y entre sí. En la década de 1990, con el advenimiento de Internet, se popularizó la idea de «comunidad virtual» y de «aldea global», que revalorizaban la proximidad en lugar de los lazos funcionales y contractuales predominantes en la sociedad. Con esta tecnología estaríamos asistiendo a la fundación de una convivencia más satisfactoria, vinculada a la posibilidad de compartir en línea una comunicación sincera, inmediata y emocional; el advenimiento de un ser social fortalecido. Estos anuncios de cambios radicales de la sociedad relacionados con la introducción de nuevas tecnologías no sólo no son nuevos, sino que, además, rara vez se han materializado. Los cambios ocurrieron, de hecho, pero la nueva sociedad rara vez es lo que se había anunciado. Ni el teléfono ni la televisión ni Internet han llevado hasta ahora la aldea global a donde las ideas y emociones circulan de manera sincera e inmediata, uniendo a las personas en una comunidad. Hay muchos cambios, pero rara vez están a la altura de las expectativas o utopías proclamadas. La tentación mayor es entonces relativizar la magnitud de los cambios que conllevan las tecnologías digitales. La relativización de los efectos sociales de la tecnología es aún mayor cuando los cambios esperados provienen de la acción de grupos y movimientos sociales antes de ser efectos tecnológicos. El sueño de una comunidad virtual es el resultado, en particular, de los movimientos de protesta y de la experimentación, en la década de 1960, de formas de sociedades alternativas. Estos movimientos alimentaron la acción de los pioneros de Internet, el diseño de los ordenadores y la configuración de la red sociodigital. Después, frente al hallazgo de un vínculo social debilitado, sobre todo en sus formas colectivas, se cuestionarán las tecnologías digitales de la información y de la comunicación por sus efectos positivos en términos de revitalización del vínculo social ahora en línea, o negativos por la individualización y fragmentación de lo social. Los investigadores de las ciencias sociales estudian las nuevas formas colectivas, mientras que los gobiernos invierten en infraestructura para supuestamente favorecer esas nuevas formas sociales, tanto a nivel local (smart cities - ciudades inteligentes) y nacional (nueva forma de democracia), como internacional (digital divide - la reducción de la brecha digital). Las tecnologías digitales están bien provistas de expectativas y esperanzas; muchos creen que por fin van a traer la salvación: una sociedad mejor. Sin embargo, una vez pasada la emoción de la novedad, las desilusiones llegan una tras otra: las comunidades virtuales son efímeras; son comunidades de interés que incluyen de forma transitoria individuos débilmente unidos; Internet se ha convertido en un área de comercio y de relaciones hegemónicas, entiéndase de bandolerismo; sirve principalmente a algunos (ya sean consumidores de información sobre foros o grandes empresas que implementan las herramientas del big data) para hacerse con el valor agregado obtenido de las acciones y las huellas producidas por otros; permite la fidelización de las relaciones y recomendaciones comerciales (sugerencias de sitios para visitar, de compras, de lectura, de música, de «amigos» o de almas gemelas) a la imagen del perfil que deja rastros en las herramientas digitales; fortalece al mismo tiempo las identidades de cada uno en lugar de invitar al descubrimiento de otros y de diferentes pensamientos. Tal desencanto (ver el estallido de la burbuja financiera ligada a Internet en 2000) se refiere a las tecnologías que ya están allí y cuyos límites ha demostrado la experiencia, pero nuevas tecnologías llegan, y ellas deberían, por fin, traer el cambio; hablamos de la Web 2.0 (conocida como social) y Web 3.0 (Web Semántica o la Internet de las cosas). Web 2.0 supuso un hito para el desarrollo de herramientas (blogs, sitios para compartir, wikis, sitios de redes sociales) que facilitan e impulsan la edición y la manipulación de contenido en tiempo real. Permite a una amplia audiencia aportar contenido (texto, fotos, vídeo, etcétera) y modificarlo. Internet se convierte en un nuevo espacio de intercambio que permite la libre circulación de las ideas y la información producidas por un sinnúmero de usuarios. Estos aportes agregados y procesados hacen posible el diseño y la implementación de nuevas actividades o servicios (producción colectiva de conocimiento o novelas, coordinación horizontal de acciones colectivas, organización de intercambios, incluidos comerciales, ilegales, etcétera). Los observadores demuestran qué sucede actualmente: nuevos modelos económicos o libres (Wikinomía); una organización social reticular; nuevos poderes (empowerment) de los ciudadanos (democracia directa, cortocircuito de los medios de comunicación tradicionales con WikiLeaks), de los clientes (cortocircuito de las empresas y profesiones establecidas, incluidos los conductores de taxi o agencias de viaje) y de los pacientes (desafío a la experiencia médica); así como producciones de otro modo inimaginables tales una enciclopedia (Wikipedia) o innovaciones (crowdsourcing y la innovación abierta) en manos de la multitud de fans en lugar de expertos en Web o investigadores profesionales. La comunidad se convierte en la multitud de individuos que contribuyen voluntariamente a un mismo proyecto, por ejemplo, la transcripción de una obra colosal (véase el Jeremy Bentham project) que los investigadores no serían capaces de realizar por falta de personal suficiente. La multitud se moviliza para contribuir libremente con su trabajo, conocimiento, información, ideas y finanzas (crowdfounding). Las críticas y desilusiones de la Web 2.0, sin embargo, alcanzan una mayor amplitud: poner a trabajar a las multitudes y sus contribuciones voluntarias enmarcadas por las herramientas y las organizaciones (a menudo empresas) activas en la Web 2.0 es objeto de controversia; redes sociales digitales que se convierten en poderosos vectores de conformación de normas sociales identidarias; los gigantes de Internet animan a los usuarios para que dejen aún más rastros de sus acciones e...



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