Darnton | Un magno tour literario por Francia | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 386 Seiten

Reihe: Historia

Darnton Un magno tour literario por Francia

El mundo de los libros en vísperas de la Revolución francesa
1. Auflage 2022
ISBN: 978-607-16-7519-4
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

El mundo de los libros en vísperas de la Revolución francesa

E-Book, Spanisch, 386 Seiten

Reihe: Historia

ISBN: 978-607-16-7519-4
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Robert Darnton analiza el comercio de libros en los años previos a la Revolución francesa. Su estudio atraviesa diversos temas, como las prácticas editoriales de la época, los canales de venta y distribución, el papel de los vendedores de libros y la demanda literaria. El hilo conductor es un vendedor de libros de la época, Jean-François Favarger, quien realizó un viaje de cinco meses a través de toda Francia, analizando y comentando los acontecimientos del mundo del libro que presenciaba, los cuales plasmaba en un diario. De manera paralela, Darnton disecciona las implicaciones del negocio y la literatura en la formación de la cultura francesa, el papel de los libreros y vendedores como intermediarios entre el texto y el lector y los libros más populares de la época.

Robert Darnton (Nueva York, 1939) es un historiador pionero en el estudio de la historia cultural del libro. Es considerado uno de los mayores expertos en la Francia del siglo XVIII y la cultura de ese periodo. Ha sido profesor y catedrático de la Universidad de Princeton y director de la biblioteca de la Universidad de Harvard. El FCE le ha traducido: El coloquio de los lectores. Ensayos sobre autores, manuscritos, editores y lectores (2003), Los best sellers prohibidos en Francia antes de la revolución (2008), Censores trabajando. De cómo los Estados dieron forma a la literatura (2014) y La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (2018), entre otros.

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INTRODUCCIÓN: EL MUNDO DEL LIBRO
El mundo del libro en la Francia prerrevolucionaria era infinitamente variado y rico —es decir, rico en la variedad de seres humanos que lo poblaban—. En cuanto sistema económico, no obstante, permaneció empantanado en las estructuras corporativas que habían sido desarrolladas en el siglo XVII: un gremio de impresores y libreros que monopolizaba el comercio en París; un sistema legal previo al derecho de autor basado en el principio del privilegio; una administración real pronta a ordenar la censura y poner fin a las disputas intestinas; unos inspectores del comercio del libro encargados de hacer que se cumpliera la reglamentación —durante el siglo XVIII, fueron emitidos unos 3 000 edictos—; y, en las afueras de las decrépitas y barrocas instituciones del Estado borbónico, un nutrido mundo de profesionales que se sostenían haciendo llegar los libros a los lectores. En todas las ciudades principales había libreros, y pertenecían a las especies más disímiles. Algunos veteranos dominaban el comercio en cada capital de provincia; en torno a ellos, unas figuras menores desarrollaban su negocio beneficiándose de la expansión de la demanda que se generó de mediados de siglo en adelante, y luchando por sobrevivir en las condiciones más difíciles del periodo de 1770 a 1790. En los márgenes exteriores del sistema legal, algunos revendedores pugnaban por ganarse la vida lo mejor que podían, usualmente abasteciendo el comercio en cuestión a través de lo que podríamos llamar su sistema capilar. Además de esos profesionales, toda clase de individuos desarrollaron el negocio del libro a nivel micro: entre ellos, los pequeños comerciantes establecidos que ocupaban un lugar legal en el mercado mediante la compra de los brevets de libraire —patentes o certificados de librero— a la administración real; los empresarios privados sin pretensiones de legalidad; los revendedores itinerantes que tendían sus puestos los días de mercado; los encuadernadores que vendían libros a hurtadillas, y los vendedores ambulantes de todas las variedades, algunos provistos de carretas tiradas por un caballo, y otros que anunciaban sus mercancías de puerta en puerta. Estos disgregados y harapientos intermediarios —e intermediarias: muchos de los individuos más resistentes eran esposas y viudas— funcionaron como proveedores medianeros de capital importancia para la diseminación de la literatura; sin embargo, la historia de la literatura les ha prestado muy poca atención. Aparte de algunas raras excepciones, se desvanecieron en el pasado. Uno de los propósitos de este libro es volverlos a la vida. Otro es descubrir lo que esos personajes vendían. La interrogante sobre la clase de libros que llegaban a los lectores y sobre la manera como los lectores los abordaban abre paso a cuestiones más amplias sobre la naturaleza de la comunicación y el fermento de las ideologías. No abordo directamente esos problemas en este libro, pero sí espero proporcionar una explicación detallada de cómo funcionaba el mercado literario y de cómo la literatura penetraba en la sociedad francesa en vísperas de la Revolución. Para llevar a cabo lo que me propongo, mi intención es concentrarme en la dimensión del comercio del libro en las provincias. La historia de Francia tiende a concentrarse en París, a pesar de que, durante el siglo XVIII, menos del 3% de la población del país vivía en la capital y los provincianos consumían la gran mayoría de los libros. Sin duda alguna, éstos recibían algunos de sus suministros de París, pero con mayor frecuencia llenaban sus estantes con obras producidas fuera de Francia; ello debido a que, tan pronto como un libro comenzaba a venderse en la capital, era pirateado por las casas editoriales que operaban fuera del reino. Aplicado a este caso, el término “piratería” —por lo general, los franceses llamaban a esta actividad contrefaçon (falsificación) y también se referían a los contrefacteurs (falsificadores) mediante expresiones más mordaces, como pirates (piratas) y corsaires (corsarios)— es engañoso, aunque se utilizó ampliamente en el siglo XVIII, porque las casas extranjeras operaban fuera del alcance de los privilèges1 —privilegios— que otorgaba el rey de Francia. Dentro del reino, los privilegios funcionaban como un tipo primitivo del derecho de autor: junto con las autorizaciones menos formales, conocidas como permissions tacites —permisos tácitos—, solamente eran otorgados a los libros aprobados por un censor. Las casas editoriales extranjeras podían reimprimir los libros franceses sin tener que preocuparse por los privilegios, y podían publicar obras que, en Francia, nunca lograrían la aprobación de los censores; además, debido a las diferentes condiciones económicas, especialmente los costos del papel, también podían producir ambos tipos de libros de una manera más económica que sus competidoras francesas. Como resultado, en los alrededores de las fronteras de Francia se desarrolló un fértil semicírculo de casas editoriales que se extendía desde Ámsterdam y Bruselas, a través de Renania, hasta Suiza y, al este, Aviñón, que entonces era un territorio del papado. Esas firmas editoriales, decenas de ellas, produjeron casi todas las obras de la Ilustración y, diría yo, la mayor parte de la literatura corriente que circuló en Francia desde 1750 hasta 1789 —libros de todos los campos, con la excepción de los manuales profesionales, los breviarios, los folletos devocionarios y la llamada literatura de cordel—2. Conquistaron los mercados franceses al difundir sus obras por medio de un extenso sistema de distribución que era parcialmente clandestino, en especial en las zonas fronterizas, donde el contrabando era una actividad económica de envergadura, pero que en su mayor parte se organizó a lo largo de las arterias comerciales ordinarias, donde los intermediarios ejercían su oficio, sacando de ello cualquier beneficio que pudiesen obtener. Ese vasto mundo, repleto de personajes pintorescos, permaneció oculto a las autoridades francesas en gran medida a lo largo del siglo XVIII, así como, desde entonces, a los estudiosos del tema. Los historiadores del libro han descubierto rincones secretos de él, gracias a la consulta de los archivos generados por las autoridades estatales en París,3 pero el Estado tenía una perspectiva limitada. Aunque los oficiales (funcionarios) a cargo del comercio del libro ocupaban un lugar importante, conocido como la Direction de la librairie, en el seno de la administración real —o Administración del Comercio del Libro—, tenían poco conocimiento de lo que sucedía realmente fuera de las murallas de la ciudad capital y de las chambres syndicales —cámaras sindicales—, es decir, las organizaciones de los gremios de libreros en algunas otras ciudades del interior. Para poder tener una perspectiva amplia de todo el sistema, es necesario trabajar en la revisión de los archivos provinciales y, en especial, de los documentos de las casas editoriales extranjeras; sin embargo, los de estas últimas han desaparecido casi por completo… con excepción de un caso: los archivos de la Société typographique de Neuchâtel (en adelante Sociedad Tipográfica de Neuchâtel, STN), una casa suiza establecida al otro lado de la montañosa frontera oriental de Francia que llevaba a cabo un gran comercio al por mayor en todos los lugares del reino francés y que también producía sus propias “versiones” u obras falsificadas. FIGURA 2. Vista de la cuenca del Lago de Neuchâtel, por Frédéric-William Moritz, hacia 1820. Colección privada. Las oficinas de la Sociedad Tipográfica de Neuchâtel estaban instaladas en el gran edificio de la izquierda, frente al Lago de Neuchâtel. Los documentos de la STN, complementados por el material disponible en París y las provincias, contienen miles de cartas de todos aquellos relacionados con la industria del libro: autores, libraires éditeurs —editores y casas editoriales—, libraires-imprimeurs —impresores de libros—, molineros de papel, fundidores de tipos de imprenta, fabricantes de tinta, contrabandistas, conductores de carretas, almacenistas, viajantes de comercio, agentes literarios, reseñadores, lectores y, especialmente, libreros y vendedores de libros en prácticamente todas las poblaciones de Francia. Muchas de esas personas aparecen en otras fuentes, como los documentos sobre bancarrotas y los registros policiales, lo cual permite examinarlas desde diversos puntos de vista y tener una perspectiva multidimensional de sus actividades. Otros tipos de documentos encontrados en Neuchâtel —libros de cuentas, envíos de pedidos, registros de consignaciones, libros de pagos del supervisor del taller de impresión— revelan distintos aspectos de la industria. Así, al combinar todos esos documentos, se puede comprender cómo toda esa industria funcionaba como un sistema… y hasta qué punto ese sistema funcionaba mal, se descomponía y era reparado por los profesionales del libro, al mismo tiempo que intentaban hacer que la oferta se correspondiese con la demanda. Durante el periodo que abarcan los archivos de la STN, de 1769 a 1789, las restricciones legales sobre el comercio del libro fueron modificadas constantemente en respuesta a los cambios de las políticas del Estado francés. En Versalles los ministerios, que también cambiaban constantemente, emitieron una constante...



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